lunes, 26 de enero de 2009

Granitos de arena

Llegaron con sigilo, asentándose en mi frente, justo encima de unas cejas arqueadas. También excavaron una pequeña guarida alrededor de mis ojos y destensaron toda mi piel, dejando un resultado final similar al de un chicle desgastado. Al sonreír, se formaban dos desfiladeros que flanqueaban mi boca. Si mi expresión era alegre, los desfiladeros se acortaban, pero si era triste, los desfiladeros se volvían más ásperos y vertiginosos. Por aquel entonces yo todavía andaba intentando descifrar cómo se medía el tiempo en un reloj de arena. Creía que los granitos se empujaban entre sí, tratando de escalar por aquellas paredes cóncavas que los asfixiaban. Desgraciadamente, había tantos granitos de arena que ninguno conseguía ponerse de acuerdo. Si hubiesen cooperado juntos, quizás hubiesen formado una escalera de puntos diminutos y hubiesen escapado antes de caer por la cintura del reloj. Yo no quiero ser un granito de arena y acabar aplastado por otros miles de granitos, para después de un rato volver a comenzar con la misma operación. Divagando sobre esto estaba yo cuando me percaté de las arrugas. Sí, de esas que habían llegado con sigilo. Me pregunté si la vejez es la que nos encierra en ese reloj de arena, y me di cuenta de que el tiempo se va comiendo las paredes del reloj, arrugándolo con grietas por las que los granitos se escabullen. Fue entonces cuando empezó a gustarme mi rostro envejecido.

lunes, 19 de enero de 2009

Instrucciones para fundar una nueva religión

Lo vi y desde el primer momento supe que él sería el Dios de la nueva religión que yo misma me encargaría de difundir. Mi papel era el del profeta, un trabajo sencillo puesto que disponía de todos los ingredientes necesarios para que aquel macabro plan no sólo funcionase, sino que resultase de un éxito rotundo. Una vez tienes al líder carismático, lo único que queda es mostrarlo y el mundo entero se rendirá ante él. El resto son meros retoques que los fieles se ocuparán de modelar. Puede que elaboren una serie de mandamientos para rendir culto al mesías o se impongan ellos mismos algún que otro castigo a modo de penitencia porque se sienten indignos del nuevo Dios. Por supuesto, con el tiempo el gran número de seguidores exigirá la creación de algún tipo de lugar sagrado. Si hace falta derribaremos los edificios que nos entorpezcan para levantar templos colosales donde se coloquen esculturas que representen al futuro salvador. Nuestra empresa crecerá a un ritmo tan desorbitado que parecería un blanco fácil de derribar. Pero contaríamos con un segundo as bajo la manga, nos apresuraríamos a crearnos enemigos, paganos que denuncien nuestra abyecta jerarquía. Nosotros mismos seríamos los primeros en reprender duramente a la religión que habíamos fundado. De esta manera, no sólo dominaríamos a los que nos aman, sino también a los que nos odian. Tanto el líder como yo, acabaremos ebrios de poder. Tanta ostentación nos corromperá y al final odiaré a aquél que un día fue objeto de mi más sincera admiración. Pero será demasiado tarde, a esas alturas, profanar sería sinónimo de venerar. Sólo existiría una solución para esta aparente aporía; inmolarse en nombre de Dios y que así se haga su voluntad.

lunes, 12 de enero de 2009

Sobre nuestro carnaval

Era feo para la mayoría pero a mí me parecía el ser más bello sobre la faz de la tierra. Cuando dormía se escurría bajo la cama para que nadie pudiera ver como, mientras soñaba con los ojos cerrados, sus labios se entreabrían y humedecían las sábanas. Si cantaba lo hacía en silencio y sus oídos eran los únicos capaces de apreciar aquellas notas sordas que yo tanto anhelaba escuchar. A veces, en un arrebato de euforia pegaba un brinco en mitad de la acera, pero solamente lo hacía cuando nadie lo observaba. Llevaba una máscara que ninguno podía ver con los ojos y sin embargo, era lo único que conocían de él, es decir, nada. La nada es indiferencia y eso era lo que causaba allá donde iba. Pero nada y nada ya hacen algo. Ésa es la razón por la que decidí acercarme a él.

- ¿Por qué llevas esa ridícula máscara? – le interrogué

- Porque tengo miedo

- ¿Y a qué tienes miedo?

- A no llevarla – sentenció

Yo quería arrancársela de cuajo y romperla en mil pedazos pero cuando descubrí lo que había debajo de ese disfraz quedé tan fascinada que olvidé por completo el principal propósito de mi aventura. Acabé enmascarándome yo también y ahora los dos esperamos a que alguien ponga fin a este carnaval.

sábado, 3 de enero de 2009

Fragmentos incompletos

Mientras hablaba, Carlos apuntaba su nombre completo en un trozo de papel. Ella lo observaba intrigada. Cuando le enseñó su garabato para comprobar si lo había escrito correctamente, Helena apretó los dientes y arrugó los labios. Con gesto iracundo pero fingiendo cortesía se dirigió de nuevo a él.

- Helena se escribe con ‘’h’’

- En Inglaterra, pero en castellano la ‘’h’’ es prescindible.

-¿Me estás diciendo cómo tengo que escribir mi nombre? – elevó el tono de voz.

- Me parece cursi ponerle ‘’h’’ cuando en el lenguaje oral no se aprecia. ¿Para qué quieres recargarlo con grafías que no suenan?

- Está aceptado de las dos maneras y a mí me gusta así. Además según tu teoría deberíamos eliminar la ‘’h’’ del castellano.

- No, cuando va detrás de una ‘’c’’ sí que es útil. Para el resto de los casos, es innecesaria.

- Me niego a trabajar con un terrorista de la etimología que me llama Helena sin ‘’h’’

- ¡Pero si suena igual! Si no te lo hubiera escrito ni siquiera te habrías dado cuenta. Te has delatado tú misma.

Discutieron un poco más hasta que Carlos cedió y colocó una ‘’h’’ donde ella le indicaba. Luego siguieron hablando, Carlos le contó sus peripecias de cuando trabajaba en la redacción y ambos se sumergieron en una conversación de sueños frustrados.

- ¡Periodista tenías que ser! Sólo a alguien así se le ocurriría la idea tan descabellada de cambiar todo el léxico español para ajustarlo a su propia ortografía.