Hoy
me atraganté con un trozo de boca, y cuando fui a sacarlo se había encajado en
el tubo del esófago. Le pedí a mi madre que me diera palmadas en la espalda
porque sentía que me iba a ahogar de un momento a otro, y nunca había imaginado
que mi muerte podía ser tan triste, tan triste que todos llorarían de la risa.
De verdad que me sentía peor que un trozo de suela despegada de una zapatilla.
Mi madre acudió apresurada y me pegó tan fuerte que casi quise morirme, aun
sabiendo que en mi funeral todos se desternillarían a escondidas. De golpe
recobré la respiración. Algo salió expelido de mi rostro, aunque no estoy muy
seguro de qué orificio provenía, ya que estamos condenados a no poder vernos la
cara si no es a través de un reflejo o una fotografía. Me acerqué a esa masa
extraña que yo mismo había escupido con tanto vigor que había saltado hasta el
otro lado del sofá. La agarré con ambas manos y deduje que se trataba, como
intuía, de mi propia boca. Le dije: vaya, tú por aquí, qué extraño encontrarte
en este lugar. Y me di cuenta de que el sonido no provenía de mi rostro, sino
que mi boca, ya desgajada de cualquiera de mis rasgos faciales, se movía y
pronunciaba todo aquello que desde mi cabeza podía maquinar. Ese momento de
sorpresa se esfumó enseguida, pues lo extraño hubiese sido que mi propia boca
no emitiese las palabras que yo pensaba. Aun así, continué hablándole como si
fuera un desconocido con el que debes compartir sala de espera en el médico. De
lejos se nota que yo gozo de una salud portentosa, así que no sabía muy bien
qué podría estar haciendo en una hipotética sala de espera de un hospital. La
situación empeoraba a ritmo vertiginoso, pues no solo no estaba muy convencido
de querer estar allí, sino que además, el turno no me llegaba nunca. Me levanté
de un brinco y le dije a mi boca: Mira, ya estoy harto, me voy, ahí te quedas.
Entonces sí que ocurrió algo inaudito, antes de que consiguiera empuñar el pomo
de la puerta para salir pitando escuché: Si te separas de mí, y no dejas que
sea yo la que habla por ti, ¿quién va a querer escuchar semejantes tonterías
como todo este paripé que acabas de montar?
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