viernes, 28 de noviembre de 2008

Querida Prudence

En plena crisis de ansiedad ante la presión que ejercen sobre ti los profesores en 2º de Bachiller amenazándote con la Selectividad, contactó conmigo Javi Rumí y no sé si eso me inquietó aún más de lo que estaba o sirvió para relajarme pero al final acabé aceptando colaborar una vez por semana en su programa Días de Radio. Lo pueden escuchar de Lunes a Jueves a partir de las 17,10 en Canal 13, en Valencia y alrededores (100.7 fm) o a través de Internet. Cada día se trata a un grupo o cantante diferente. Les dejo mi relato sobre The Beatles del programa del martes, una pequeña composición con versos de sus canciones más emblemáticas.


Video thumbnail. Click to play
Click to Play

Querida Prudence;

Te escribo mientras escucho de fondo, como los escarabajos afinan sus patitas.

Miro a todos los que están solos y me doy que cuenta de que ayer todos mis problemas parecían tan lejanos. Ahora el mundo se me antoja demasiado grande y siempre acabo perdiéndome en el largo y sinuoso camino que conduce hasta tu casa. Avanzo con paso trémulo y luego retrocedo resuelto, decidido a olvidarte. Pero se me ha olvidado acordarme de cómo se olvida. Lo único que se me ocurre es retorcerme y gritar, casi susurrando para que no puedas oírme. Tú eres la causa, yo, la consecuencia. Te observo a través de los resquicios de un cristal roto pensando que debería haberlo sabido mejor antes de enamorarme. Hay lugares que recordaré toda mi vida, como la colina donde nos besamos por primera vez. El lugar no ha cambiado pero tú sí. Ahora vuelvo allí solo a repasar los momentos que ya no sucederán y por eso me llaman el loco de la colina. Quererte resulta extenuante pero no puedo evitarlo, conocerte es amarte. Supongo que debo acostumbrarme y mientras mi guitarra llora dulcemente compondré canciones para no escuchar más tu voz. Sin embargo me niego, me encanta imaginarnos juntos y arrugados, cuando tengamos 64 años. ¿Quieres saber un secreto? ¿Prometes no decirlo? Cuando te miro es como si volviésemos a enamorarnos, como si empezásemos de nuevo. No es algo descabellado, solamente quiero cogerte de la mano, acariciarla y deslizando las yemas de mis dedos escribirte que todo lo que necesitas es amor.

Con cariño, de mí para ti.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Chocolat de la Belgique

Tal era el estado de apatía de Conrad Desmond que incluso caer rendido en su cama y dejarse llevar por la desidia le parecía una empresa demasiado complicada. Su mejor y única amiga, Myra Klieg, le había propuesto una escapada de fin de semana a Bruselas, para ver una exposición de arte moderno y de paso, frecuentar una chocolaterie y deleitar al paladar con los estimulantes del cacao. En cualquier otro momento, Conrad Desmond hubiera aceptado sin dudarlo pero ahora tenía todos los sentidos atrofiados, no sólo no podía ver ese plan con ojos aventureros, sino que estaba sordo y ahora sólo percibía interferencias radiofónicas y por consiguiente, ni siquiera era capaz de imaginarse lo que experimentarían sus papilas gustativas al mezclarse con un auténtico chocolate belga. Myra clavaba un iris negro suplicante directamente en el de Conrad, pero éste seguía ciego.

- No te lo tomes a mal, Myra. Me encantaría ir.

- Entonces, ven – insistía ella.

- No puedo, me da mucha pereza.

- En ese caso, por qué vivir si consumes muchas más energía que muerto.

- Lo he pensado, pero lo descarté porque el suicidio debe de ser, si cabe, más agotador que esperar a la muerte sin hacer nada, aun cuando faltasen más de cien años para que viniera a buscarme.

- Pues yo creo que no hacer nada requiere una dedicación absoluta y mucha más concentración que dejarte llevar por la corriente de la vida. Hay que poner empeño, por eso, como yo soy más vaga que tú, no intentaré resistirme a los efectos del chocolate y saldré en el vuelo de las 10.30

Conrad Desmond agachó la cabeza y la miró por encima de los cristales de sus gafas.

- Te acompaño – sentenció, rendido ante la indiscutible retórica de Myra