lunes, 28 de septiembre de 2009

Mirar al infinito

Hay gente que disfruta dejando los ojos fijos en un punto concreto, como si quisieran atraparlo. El tiempo y la práctica hacen que se llegue a establecer una relación de complicidad entre uno mismo y el punto. Se trata del infinito, una línea espacial inalcanzable que el ser humano se inventa para justificar el ensimismamiento. Hay gente que ya ha adoptado como pasatiempo mirar al infinito. La retina se acostumbra a un vacío que tú mismo has creado y al final lo inefable va tomando forma. Y no sólo eso, incluso parece que puedes acercarlo con los ojos, que lo eterno se vuelve efímero, y que se va consumiendo si lo observas fijamente.

- Si sigues analizando el infinito te perderás lo finito. Mirar al infinito es no mirar, es cegarse ante la vida – le gritaron a uno de esos soñadores

Él soltó una carcajada a modo de respuesta y apartó la vista antes de que el infinito desapareciera creyendo que le habían dado platón.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Con un buen chorro de aceite, por favor

Como una fuente de lechuga sin aliñar, ella es así, sosa. No importa con qué diente empieces a masticar, siempre sabe igual, un regusto a rancio que, irremediablemente, se incrusta en el paladar y sigue reposando ahí horas después del primer bocado. Intento buscarle algún tipo de explicación a ese sinsabor. Quizá sea porque su dieta se basa en alimentos tan insípidos como lo es ella, y ya saben lo que dicen; que somos lo que comemos. Pues oigan, yo prefiero no comer nada, prefiero no ser a ser un plato de fideos sin caldo ni sal. Ante todo, elegiría ser, pero si resulta que nazco pechuga de pollo, seca e hipocalórica, trataría por todos los medios de aderezarme con una hoja de laurel o con cualquier hierba aromática que encontrase por mi camino. Y si no lo consigo, en fin, me sacrificaría y donaría mi cuerpo a algún pobre animal moribundo. Antes eso, que vivir sabiendo que al cortarme va a salir sopa de cebolla en lugar de sangre.

Discúlpenme, es que hoy se me ha acabado la sal, y al llevarme la cena a la boca me ha llegado ese hedor a insulso, parecía incluso que estaba cruda, sí, ya saben, como es ella, sosa.

martes, 15 de septiembre de 2009

A veces a medias

A veces uno no sabe sentir si no lo hace con palabras y a veces parece que las palabras entorpecen y uno prefiere sentir callado. A veces no duermo por la noche y me arrastro durante el día con los ojos pesados y el cuerpo muerto. A veces echamos de menos sin tener derecho a hacerlo y como autómatas intentamos volver al presente, pero es un presente gris y sucio, manchado hasta los topes de un pasado inconcluso. A veces leo, leo demasiado y se me olvida cómo vivir, y otras, vivo tanto que acabo convirtiéndome en una analfabeta. A veces lloro sin querer y otras, quiero llorar y no puedo. A veces adolezco de una sobrecarga de energía, y después, al apagarse mi disco duro, todo me parece demasiado y funciono a medias, amo, odio, vivo a medias, como un fuego que se extingue. Tengo muchos ‘’a veces’’, pero ningún ‘’siempre’’. A veces me gustaría que los hubiera, aunque otras los maldeciría, los estrangularía de tal manera que acabaría volviéndome a esconder en el refugio de los medios sentimientos.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Oquedad

Vacío, todo era eso. Vacío como el lado izquierdo de su cama, vacío como su estómago, como su corazón desgastado, como su cabeza parca de ideas, como su vida. Se sentía tan vacío que a menudo se creía lleno, lleno de tanto vacío, harto de la vacuidad. La plenitud le rodeaba dejando un inmenso hueco que parecía imposible cubrir, y en el centro de esa abundancia estaba él mismo, excavando un agujero que simbolizaba la exigüidad, su escasez. En realidad no estaba mal del todo, pero sabía que podía estar mejor y eso le atribulaba aún más, lo vaciaba por completo bloqueando sus sentidos. Ya apenas hablaba, porque no sabía muy bien qué decir y callaba como sólo los cobardes saben hacerlo.

- Sí, últimamente yo también me siento un poco así – le dije, aunque puede que fuese por cortesía, o eso quería pensar

- Ya me lo imaginaba, porque al encontrarte el mundo me ha parecido un poco menos frívolo.

En ese momento a mí también me lo pareció, pero no se lo dije por si se trataba de uno de esos deseos que es mejor guardar para uno mismo si quieres que se cumplan. Mas en el fondo también callé como sólo los cobardes saben hacerlo.