miércoles, 30 de junio de 2010

La luna se puede tomar a cucharadas*

Tumbado allí boca arriba estaba a punto de quitarse de la cabeza a Luna, su sonrisa escurridiza y su cuerpo retráctil cuando se le ocurrió fijarse en la luna. Esa noche estaba llena, igual que podría haber estado vacía, igual que Luna. No sabía realmente a qué jugaba, si es que jugaba a algo, o si sólo se limitaba a seguirle el juego. Tampoco sabía si, como la luna, ella tendría dos caras de las cuales mostrase únicamente una, ni si su cara oculta sonaría a Pink Floyd o constituiría un ruido como otro cualquiera, polvoriento y contaminante. Pensó en llamarla de nuevo, en ofrecerle compañía y conversaciones triviales para distraer el insomnio. Rechazó la idea al instante, hacía justo una semana de aquello, demasiado calculado, demasiado previsible y aburrido. Luna no aceptaría y si aceptaba lo haría sólo para confirmar sus sospechas: J. es un tipo acabado y soporífero. Vencería la vigilia conmigo en el sentido más literal posible, se dormiría nada más verme y jamás se volvería a despertar mientras yo estuviese delante, pensaba. Pero resulta imposible concentrarse, resulta imposible concentrarse si no es en ella en una noche como esta, cuando la luna está llena y vacía y me reta con el lado que no compuso Roger Waters, seguía cavilando J.

* o como cápsula cada dos horas.

sábado, 19 de junio de 2010

Demasiado

¿Conoces la sensación de hambre voraz que, prolongado durante un largo período de tiempo, se transforma en todo lo contrario, en plenitud hasta el hastío? Pues ese de ahí la padece. Lleva días sin ingerir ningún alimentio sólido. Únicamente bebe agua y café. Lleva días en la calle, fingiendo que vive, pero se muere poco a poco, porque todo a su alrededor le mata. Demasiadas personas, demasiados lugares, demasiadas opciones y nada de determinación. Elegir le mata, elegir entre tanta belleza. Aunque esté sumido en una especie de éxtasis estético, en una aparente felicidad y todo ahora sea cien veces mejor que cualquier cosa antes, ansía llegar al infierno de donde vino para deshacerse de la terrible carga de llenarse con el estómago vacío. Que Metistófeles me condene y no me deje alternativa, se repite cada día.