viernes, 30 de septiembre de 2011

Dos vejigas tristes


La cuestión es bien sencilla; cada vez que reíamos, que nos mirábamos cómplices o que compartíamos un silencio agradable, añadíamos un poso de café en una una taza. Por supuesto, esto no hay que tomárselo al pie de la letra. Introducíamos un poso de café imaginario dentro de un vaso también ficticio. Al poco tiempo se fueron acumulando y enseguida, a base de posos de café, llenamos una taza. Tomábamos como patrón una taza de café con leche, unos ciento cincuenta mililitros. A los tres días el café rebosaba y decidimos verterlo en un termo de gran capacidad. Sin darnos cuenta fuimos rellenando una cantidad obscena de tazas y vasijas. Un año después nos despedimos para siempre. ¿Qué hacemos con todo el café acumulado?, me preguntó. Yo calculé que debía de existir un océano de cafeína después de aquel año. ¿Nos lo bebemos?, sugerí. En una noche nos lo acabamos todo y nos resultaba muy difícil no añadir más posos. Después de eso pasamos meses enteros sin dormir con la vejiga hinchada de lágrimas. Maldecimos el día en que nos aficionamos al café.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Rue Rouvet

Un chino cantonés y una francesa viven en París, en un apartamento con un amplio salón cocina, un baño y dos habitaciones. Están casados, pero ya no duermen juntos. Viven en el mismo piso, comparten el mismo salón y las mismas vistas al Parque de la Villete, pero pasan la noche en habitaciones separadas. Ninguno de ellos duerme apenas, ella miran el lado izquierdo de la cama vacio; él, el derecho y eso les quita el sueño. Tampoco comen demasiado, a veces preparan algún plato a medias; pero si no comen en compañía se preparan un café o no se preparan nada en absoluto. Los dos aprecian la soledad, aunque no la soportan cuando les ruge el estomago o les duelen los ojos de mantenerlos abiertos durante tanto tiempo. No duermen y no comen si están solos, por ende ni duermen ni comen. No obstante, pronto se dormirán de inanición.