miércoles, 3 de junio de 2015

Asfixia en la sala de espera de un hospital

Hoy me atraganté con un trozo de boca, y cuando fui a sacarlo se había encajado en el tubo del esófago. Le pedí a mi madre que me diera palmadas en la espalda porque sentía que me iba a ahogar de un momento a otro, y nunca había imaginado que mi muerte podía ser tan triste, tan triste que todos llorarían de la risa. De verdad que me sentía peor que un trozo de suela despegada de una zapatilla. Mi madre acudió apresurada y me pegó tan fuerte que casi quise morirme, aun sabiendo que en mi funeral todos se desternillarían a escondidas. De golpe recobré la respiración. Algo salió expelido de mi rostro, aunque no estoy muy seguro de qué orificio provenía, ya que estamos condenados a no poder vernos la cara si no es a través de un reflejo o una fotografía. Me acerqué a esa masa extraña que yo mismo había escupido con tanto vigor que había saltado hasta el otro lado del sofá. La agarré con ambas manos y deduje que se trataba, como intuía, de mi propia boca. Le dije: vaya, tú por aquí, qué extraño encontrarte en este lugar. Y me di cuenta de que el sonido no provenía de mi rostro, sino que mi boca, ya desgajada de cualquiera de mis rasgos faciales, se movía y pronunciaba todo aquello que desde mi cabeza podía maquinar. Ese momento de sorpresa se esfumó enseguida, pues lo extraño hubiese sido que mi propia boca no emitiese las palabras que yo pensaba. Aun así, continué hablándole como si fuera un desconocido con el que debes compartir sala de espera en el médico. De lejos se nota que yo gozo de una salud portentosa, así que no sabía muy bien qué podría estar haciendo en una hipotética sala de espera de un hospital. La situación empeoraba a ritmo vertiginoso, pues no solo no estaba muy convencido de querer estar allí, sino que además, el turno no me llegaba nunca. Me levanté de un brinco y le dije a mi boca: Mira, ya estoy harto, me voy, ahí te quedas. Entonces sí que ocurrió algo inaudito, antes de que consiguiera empuñar el pomo de la puerta para salir pitando escuché: Si te separas de mí, y no dejas que sea yo la que habla por ti, ¿quién va a querer escuchar semejantes tonterías como todo este paripé que acabas de montar?