Llevaban organizándolo
desde hace meses, no era fácil que todos los miembros de la familia se pusiesen
de acuerdo. Algunos vivían lejos, otros vivían cerca. Los que vivían lejos echaban
en cara a los otros que viviesen tan lejos y ellos, ofendidos, contestaban que
siempre habían vivido cerca. Al final decidieron reunirse en un lugar a medio
camino entre unos y otros. Quedaba fijar una fecha. Uno de ellos propuso el día
seis, pero a muchos les parecía demasiado pronto y quisieron posponerlo para el día seis del mes
siguiente. El grupo quedó así dividido entre los que se decantaban por
encontrarse demasiado pronto y por los que preferían que fuese demasiado tarde.
Uno de los que pertenecía al grupo de los de demasiado pronto sugirió elegir
una fecha intermedia, pero todos los del otro grupo se opusieron y al final
resolvieron lanzar una moneda al aire. Ganaron los de la oposición, es decir,
los que preferían que fuese demasiado tarde. Aunque se alegraron, no estaban
del todo satisfechos y discutieron con el otro grupo, pues ellos no querían
codificarse como los de la oposición solo por haberse negado a elegir una fecha
intermedia. Los de la oposición debían ser los otros, ya que ahora eran ellos
quienes tenían el poder.
Concretados la fecha y el
lugar, solo faltaba elegir el menú. Más les valía transigir y zanjar el asunto
cuanto antes porque todo indicaba que en esta comida familiar se iban a comer
los unos a los otros. Para mi sorpresa, no hubo ninguna duda, la mitad de los asistentes
propuso al unísono el mismo plato y la otra mitad asintió con entusiasmo. El
día seis no faltó nadie, los adultos mandaron a los niños poner la mesa y
obedecieron sin rechistar. A las dos en punto la comida estaba lista y los
comensales, también. Procedieron todos a la vez al primer y único bocado del
plato único, la textura era suave y dejaba un sabor muy refrescante en el cielo
del paladar. A pesar de haber utilizado la cubertería reservada para
ocasiones especiales, el plato se comía con las manos. Podría parecer una
costumbre algo incivilizada, pero enseguida, con el cañón en la boca, las salpicaduras
de sangre y los restos de masa encefálica les traerían sin cuidado después de apretar el gatillo.
1 comentario:
Qué arquetípicamente genial.
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