lunes, 22 de septiembre de 2008

Rutina

Se levantaba, como siempre, a las 7:01, creyendo que ese minuto de más le borraría las ojeras y apaciguaría su cansancio. Todas las mañanas al despertarse se estiraba en el lecho, tensando el cuerpo de una forma casi imposible, como si quisiera despegar los huesos de la piel. Después se vestía, se lavaba el rostro y se miraba en el espejo, pero su aspecto seguía siendo el mismo. Tragaba sin pensar, un café caliente bien cargado y pensaba que así sus ojos estarían más abiertos y su actitud en el trabajo sería más receptiva. Cogía el metro, analizaba el mismo olor a sudor frío de todos los días en el ambiente reseco y áspero de ese tipo de conglomeraciones humanas. En el trabajo su jefe le gritaba un fingido ‘’Buenos días’’, se quejaba de su último informe y le exigía el siguiente lo antes posible. Desde la ventana del despacho podía contemplar las piernas que dejaba entrever la falda negra de la mujer que nunca le amaría. Al mediodía en su descanso de 40 minutos pedía lo menos vomitivo que ofreciera el menú del restaurante y la mayoría de las veces, con el estómago vacío, volvía a su rutina. Casi entrada la noche, tras prolongar su calvario haciendo horas extras a petición de su superior regresaba a casa. Se sienta en el sofá del salón y observa como las horas pasan, transformándose en lo mismo que fueron el día anterior. Todo giraba en torno a una órbita circular que terminaba y empezaba en un mismo punto. Maldita monotonía, ahora no está para elucubraciones. Se encuentra exhausto y aunque le rugan los intestinos, sólo tiene ganas de acurrucarse entre las sábanas y esperar a que vuelva a sonar el despertador a la mañana siguiente.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bien logrado. Me recuerda de cierta manera a "Stranger than Fiction" de Marc Forster. Una historia absurda con un final felíz (que evidentemente no está presente aquí).

Anónimo dijo...

La rutina es una enemiga que siempre trato de evitar. A veces lo consigo, no te creas, a veces voy de profundo y me fijo en las personas. Las personas son las únicas que pueden destrozar un horario asumido. Qué asco de rutina, desde luego. Lo mejor, el café por las mañanas.

horabaixa dijo...

Hola Alba,

Que impresionante relato.

Quizá mi obsesión sea no caer nunca en la rutina. Y quizá esa sea mi rutina.

Me encantó