lunes, 18 de mayo de 2009

El tabaco puede matar(me)

Se enciende con un chasquido de mechero o, en su defecto, un zas de cerilla. El contacto hace efecto y éste empieza a desgastarse, escupiendo cadenciosamente ceniza. Se consume poco a poco, él solito se extingue. Puedes contribuir a su completa desaparición y restarle agonía al quitarle parte de su alma, que luego expulsas en forma de humo. El humo también expira. No se trata de un alma platónica, que sigue deambulando aún fuera del cuerpo. Sólo es una bruma espesa que depende del sujeto para existir, porque el cigarrillo causa el humo, y si éste muere, el humo, huérfano, correrá buscando otra familia hasta desintegrarse.

Hay muchos asesinos en serie que se pasean mostrando su crimen tan ricamente. A la gente le da igual, es un homicidio consentido. En los periódicos dicen que en el ranking de muerte violenta el suicidio ostenta el primer puesto. ¿Qué pasa con el pobre cigarrillo? Nadie se acuerda de él cuando lo succionan impunemente y luego lo descuartizan con un pisotón o, simplemente, estrujándolo contra la pared.

Creo que tengo el síndrome de la calada. A menudo me siento cigarrillo y observo cómo me consumo, mientras con el humo que desprendo daño los pulmones de los que favorecen esa especie de autodestrucción.

3 comentarios:

Mario Pina dijo...

Yo también me siento cigarrillo muchas veces, y me duele que no haya una boca que me succione.

Leyéndote se me ha ido ocurriendo otro punto de vista. En referencia al humo del que hablas. De pronto lo concibo como un alma encerrada en ese recinto tubular, y cómo lo liberan las bocas, y cómo intenta escaparse, volver al lugar que le corresponde (fuera, lejos) cuando el cigarrillo duerme en el cenicero. Se escapa lentamente y lo difumina todo.

A no ser que una boca maliciosa se lo trague. Entonces quedará en los pulmones, esa alma difusa. Y los carcomerá, los destrozará, con el único objetivo de ser libre, de salir de ahí y volver, por tanto, a la sala donde cada día se reunen todos los humos de todos los cigarros del mundo. Las almas visibles que viven encerradas.

Un abrazo, escritora.

Anónimo dijo...

El triste placer de la muerte lenta, como la soledad.

Yeray García dijo...

Yo tengo otras adicciones... Como leerte.