lunes, 6 de julio de 2009

Un grave error

Hace poco compré quinientos gramos de palabras. Estaban de oferta, por cada medio kilo te regalaban un silencio. Introduje mi nueva adquisición en el bolsillo izquierdo del pantalón y fui corriendo hasta donde se encontraba mi querido destinatario. Antes de llegar hasta él saqué los quinientos gramos del bolsillo. En la tienda, como les dije que se trataba de un regalo, habían metido las palabras en una cajita de cartón decorada con un lazo rojo. Después de saludarnos le entregué la cajita en las manos. Al abrirla su expresión no cambió. Tampoco dijo nada. Pensé que no habría tenido tiempo de comprar ninguna palabra, o que, le parecerían demasiado caras. De repente me di cuenta de que él no quería hablar, ni siquiera lo pretendía. Había venido a regalarme un silencio. Al principio me molestó. Pensé que ya le habría dedicado las palabras a otra y que a mí me tocaba quedarme con las sobras. Pero luego seguimos caminando y pasamos por la tienda en la que en un enorme cartel luminoso se leía ‘’Compre un silencio y le regalamos quinientos gramos de palabras’’ Debí de haberme confundido cuando lo leí por primera vez. Ahora me sentía mal, pues él podría estar pensando que yo le había obsequiado con la peor parte de la gramática. Avergonzada, no volví a abrir la boca en toda la tarde, y mientras callaba (no) le decía que perdonase mi despiste.

1 comentario:

Mario Pina dijo...

No hay más nada más bonito que un buen silencio. A veces pienso que es lo realmente verdadero, que las palabras condicionan siempre y sin poder evitarlo mis senimientos, que yo soy hablado por el lenguaje, como diría algún filósofo de estos. El silencio es verdaderamente nuestro, lástima de aquel a quien se lo roben.