jueves, 4 de marzo de 2010

Bostezo




Hace poco leí en el periódico que un hombre había aprendido a bostezar con la boca cerrada y que desde entonces había conseguido desarrollar una serie de paradójicas maniobras que le permitían realizar dos acciones opuestas a la vez, como por ejemplo, pestañear con los ojos abiertos, o gesticular y hacer aspavientos sin mover un solo músculo. En consecuencia, el hombre gastaba mucho menos tiempo y energía, ya que el trabajo de dos o más acciones lo condensaba en una sola. Por si semejante estupidez no fuera suficiente, además, este personaje se había dedicado a difundir sus experiencias hasta el punto de que la gente considerase anómalo cualquier acto que no cumpliese con alguna de aquellas contradicciones fisiológicas. Yo pensé que eso era imposible, tan absurdo como si alguien dijera que salta mientras sentado con las piernas cruzadas medita intentando alcanzar el nirvana. Pero, por si acaso la noticia era cierta, estos últimos días he ido con la mirada bien atenta en busca de alguien que abriera la boca sin mover los labios o que entrañara cualquiera de esos disparates. Examiné concienzudamente a cada individuo que se cruzaba en mi campo visual, y a pesar de la obstinación no dí con nadie que respondiera al perfil. Me sentí timada. Todo aquello me produjo tal desazón que, la otra noche, rendida y llena de hastío no pude por menos que arrastrarme sin rozar el suelo hasta tumbarme erguida en el sofá del salón y, dormirme despierta después de un bostezo en el que, seguramente por la desgana que todo este asunto me había causado, ni siquiera me inmuté en despegar los labios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermoso. La verdad, me esperaba el final, Alba; pero fue hermoso de igual forma.

Hace mucho no volvía por acá y me agrada haberme encontrado con esto.

Saludos.