Vuelvo atrás, al 2 de julio del año pasado, y leo
que en ese momento, como aquel hombre que imaginó Borges y que añoraba
estar en Islandia junto a ella en el preciso instante en el que se encontraba en
Islandia a su lado, yo también sentí nostalgia del presente. Ya no recuerdo
exactamente qué presente era aquel, pues solo escribí en esa serie de apuntes,
que se ha ido convirtiendo en lo más parecido a un diario que he llevado nunca,
que estaba sufriendo la violencia de un recuerdo muy doloroso, un recuerdo que
se filtraba en la memoria y que rememoraba a la vez, un recuerdo que coincidía
en el espacio y en el tiempo con el momento presente que causaba esa
melancolía. Ahora, al releerlo siento nostalgia de aquel presente, que ya
es pasado. Quizá, cuando se me ocurrió registrarlo en mi diario, trataba de
proyectarme en el futuro, de huir de la nostalgia del presente hacia una
nostalgia del futuro, una nostalgia que padezco ahora, pero que anhelé meses atrás, aquel 2 de
julio de 2012.
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