Un día, a una hora imprecisa, en la planta que albergaba a los
pacientes que, según los psiquiatras, sufrían algún tipo de trastorno mental,
Myra Klieg conoció a una mujer que le leyó algo que había recogido por hablado,
no por escrito, pues la enfermedad de esta mujer se caracterizaba por la agrafía,
entre una lista inabarcable de síntomas. A continuación les ofrecemos la transcripción
de ese discurso.
Lo más flaco que tengo es el rostro, se intuye tan demacrado que apenas se
ve. Se supone que las facciones constituyen nuestras señas de identidad, pero
yo apenas tengo cara. Yo carezco de identidad, por eso las robo. Soy casi la
protagonista de una película de Georges Franju, y aún menos que eso, pues la
única película en la que aparezco es la que yo misma ruedo, condenada a girar
una y otra vez en el mismo rollo de celuloide, que ni siquiera puede arder. Es
inflamable, pero no prende, del mismo modo que yo tengo un cuerpo y un
semblante, pero solo soy corpórea, o más bien sobre todo soy corpórea y solo
soy desemblante; porque esa diferencia, lo que caracteriza mi rostro, que no es
más que la ausencia de rasgos, apenas pesa, por lo menos, no tanto como el
cuerpo, y la diferencia, la de mi no-rostro y la que hay entre este y mi
sí-cuerpo –hay que enfatizar su presencia, su corporeidad, es un sicuerpo– se antoja abismal. Mi sicuerpo está tan lejos
de mi no-rostro, como mi no-rostro de los demás, que constituyen un organismo,
completo y unificado, no han sufrido el desgarro, no entienden de fallas producidas
en el cuello. Los demás creen que no existe decapitación sin guillotina, sin
sablazo, pero hay un degüello, el más cruel de todos, en el que quien lo padece
conserva la cabeza sobre los hombros, aunque esos hombros formen parte de un
sicuerpo ensamblado al desprendimiento de un no-rostro.
1 comentario:
que es eso de puchero
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