lunes, 31 de mayo de 2010

Las puertas hablan


Las puertas hablan, ¿no lo sabías? No es un lenguaje verbal y pocas veces suena. Las puertas hablan y no sólo crujen cuando envejecen, no sólo chirrían o generan un fragor si alguien las golpea con fuerza o el viento las abofetea. Más allá de los ruidos contingentes, las puertas hablan. Las puertas abiertas me dicen que puedo mirar si me apetece o incluso me invitan a atravesarla. Las que no están abiertas ni cerradas no saben lo que quieren, no quieren dormir pero dan cabezadas, susurran que no les importa mi presencia, pero prefieren mantener la distancia. Las cerradas buscan recluirse, duermen o se desnudan o se masturban. A veces lloran, llantos desgarrados como todos los que ocurren en la intimidad y a veces se ríen, pero de algo que les avergonzaría sacar a la luz, por eso se aíslan. Las puertas cerradas desquician porque no te dejan ver lo que hay tras ellas, aunque a veces son todo un alivio, porque también impiden que te vean. En mi casa hay tantas puertas cerradas, desde las de los armarios, pasando por el visillo de la cocina hasta las de las habitaciones. Creo que el vecino de arriba incluso ha bajado la persiana y ha echado además las cortinas. Así resulta imposible que podamos entablar un diálogo fluido. Es innegable que las puertas hablan, pero quién sabe lo que dicen las puertas cerradas y quién te has creído para abrirlas.

2 comentarios:

Chus A. dijo...

Un placer haber asistido a este concierto para cinco puertas, un portón con caballerías y puertezuela.
Bravo! Ha sonado exquisito.

Saludos cordiales

Los oficios terrestres dijo...

Casi que son una invitación.
Saludos,

d