sábado, 21 de enero de 2012

Alterficción

Ya no soy Alba, ahora soy Álvaro, pensé anoche mientras no podía dormir porque tenía demasiadas palabras en el párpado inferior que me tiraban de toda la piel de la cara y convertían mi rostro en un semblante triste, ojeroso y en vilo. Pensé que había dejado de escribir a Álvaro para convertirme en él y me pregunté si lo había hecho a propósito, si lo escribí precisamente para escribirme a mí misma -o mismo, puesto que ahora soy Álvaro-. Solo estoy a una sílaba de serlo, a una letra griega, a un kana japonés. Me vi como un parásito que vive a costa de personajes de ficción, que se los va comiendo poco a poco y no los expulsa, los asimila hasta que llegue otro personaje. Entonces me dije que tenía que seguir escribiéndolo para dejar de ser él, para no ser nadie, como diría Duras. No me di cuenta de que era Álvaro hasta anoche, cuando en la vigilia conté posos de café para calmarme y solo así me dormí. Esta mañana, al despertarme, no cabía ninguna duda de que el cuerpo recostado sobre mi cama era el de un individuo como Álvaro. Las sábanas olían a galletas de canela, así que la primera obligación moral que me impuse cuando me levanté fue meter toda la casa en la lavadora y escribir.

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