jueves, 10 de julio de 2008

Puntos de color vino

Eran dos figuras que a simple vista parecían una sola. Él estaba pegado a ella como una serpiente enroscada a su presa, escrutando su cuello enerve y elegante, oprimiendo con sus manos rollizas sus pechos y susurrándole al oído tan bajito que ni siquiera él mismo comprendía lo que decía. Ella hacía fuerza con las piernas y el abdomen tratando de diluirse entre las sábanas. Él interpretaba esos impulsos de manera muy diferente a lo significaban en realidad. Entonces, cuando sentía la presión que ella hacía con las puntas de los dedos de los pies intentando separar sus cuerpos, él asía con más fuerza los pechos de la joven como si quisiera arrancárselos. Había estruendosos silencios en los que su cara de mártir provocaba si cabe más excitación en él. La habitación era blanca impoluta al igual que las sábanas y las cortinas, lo que contrastaba con aquellos dos cuerpos enfebrecidos de color vino y la exaltación de sus rostros que rompía la armonía mortecina. Ella se concentró en un punto fijo para calmar su marasmo pero todos los puntos que allí había salvo los que constituían sus siluetas, eran blancos. Su mirada se perdía y sus pupilas se ahogaban. Lloraba, lloraba por el dolor que producía aquella carne sebosa al rozar su piel asfixiándola, lo hacía sin fuerza en sus córneas y aún así las lágrimas empaparon su cara marchita. Lloraba en suspiros entrecortados para que nadie la oyera pero él no tardó en percatarse y paró en seco, luego vapuleó sus huesos como si fuera una muñeca de trapo girando su cuerpo para mirarla directamente a los ojos.

- ¿Qué pasa? ¿Estás llorando? – él fingió preocupación y contrajo los músculos de la cara esforzándose por llorar.

- Nada, no me pasa nada – hizo una pausa para inventar cualquier excusa – lloro de felicidad.

Ella mintió y él se lo creyó. Para entonces ya había conseguido sacar alguna lágrima falsa y los dos lloraron juntos de hipócrita felicidad, cada uno por sus motivos.

3 comentarios:

Marinel dijo...

Hola Alba, he venido a agradecerte tu visita a mi blog, y de paso leerte, naturalmente.
Me he quedado asombrada con tu relato crudo.Una mujer que hace del fingimiento su compañera de vida, debe sufrir horrores con lo que debería ser un acto hermoso y lleno de amor...¡lamentable!¿no te parece?.
Por otro lado; me ha gustado mucho cómo escribes y describes, así que si no te importa, volveré.
Besos.

Anónimo dijo...

Añades a tu facilidad de descripción una acción desconcertante y trágica. Me gusta, para variar, me encanta. Porque cualquiera se habría limitado a acabar con un golpe, una muerte, un navajazo, etc, pero tú adoptas un final resignado, la resignación en forma de llanto. Muy bueno.

horabaixa dijo...

Hola Alba,

Curioso éste relato. Hablas de fingimiento, yo creia que esas cosas ya no ocurrian.