miércoles, 21 de abril de 2010

Capuccino


Érase un café con leche que nunca se enfriaba. Lo compraron en una de esas cafeterías fabricadas en cadena en cualquier parte del mundo y lo dejaron en una esquina detrás de un banco en la estación de metro. Apenas le habían dado dos sorbos cuando lo abandonaron, así, tal cual, casi desnudo. Le habían despojado de la tapa de plástico que le cubría a modo de sombrero y habían roído parte del borde del vaso de papel. Una vez allí, solo y sucio el café no podía deshacerse de la imagen de la violación que acababa de sufrir. Construyó una especie de pared a su alrededor hecha de un vapor denso y asfixiante. La ira y la impotencia que arrastraba hacía que su temperatura corporal se mantuviera caliente. Todo él emanaba un calor sofocante. Y aún después de casi una semana seguía conservando el aspecto humeante de un café recién hecho. Los días pasaban como si los midiera un reloj atrasado, que retrocede de vez en cuando y avanza con pies de tortuga. No dejaba de pensar en cuánto le hubiera gustado nacer en una taza de porcelana y haber tenido una efímera existencia dentro de una cafetería, con una muerte corriente en la boca de algún ejecutivo solitario. O directamente no haber nacido, o no haber pasado del estadio de un grano de café, como mucho café molido, pero nada más.

Ahora lo único que puede esperar es que algún pié torpe lo derrame, o que alguien vierta en él otro café y se mezclen para combatir la soledad. Eh, por ahí pasa una chica con un chocolate caliente. “Café con chocolate, es una buena combinación” pensó para sus adentros mientras rezaba para que el vaso se le cayera de las manos.

2 comentarios:

YZAK dijo...

mi cafe hecho en casa llora por ese cafe...

me ah encantado tu blog me lo encontre por casualidad(como surgen las mejores cosas) y vaya que no creo en las casualidades, un saludo...
si deseas pasa por mi blog las puertas estan siempre abiertas

Los oficios terrestres dijo...

Los días pasaban como si los midiera un reloj atrasado (...)

Es genial esa forma de medir el tiempo. Me gustó mucho el tono del relato. Además, es genial poder escucharlo.
Saludos,

Damián