jueves, 16 de abril de 2009

Debussy y su romanticismo

Me robaste una de mis canciones favoritas, ahora percibo esas notas como interferencias radiofónicas. Cada vez que intento escucharla lo único que me llega son llantos desgarrados que tú acallabas con esa canción. Creías que era nuestra canción pero en realidad, la hiciste tuya. Te la llevaste, casi conseguiste raptarme a mí también. Menos mal que en un impulso de valentía salté de la torre de marfil. Menos mal que fue así, quizás no me la robaras, puede que fuese yo la que renunció a ella. En cualquier caso, me alegro de no tener que volver a escucharla. Lloro si lo hago, pero lloro aún más si pienso por qué lloro. Me privaste de una hermosa melodía. Eso me entristece. Sin embargo, en el fondo, sonrío porque una sola canción no es nada comparada con la banda sonora que me queda por escuchar, por vivir, y de la que no gozaría si me hubiera dejado perseguir por unos cuantos acordes de piano.

1 comentario:

Mario Pina dijo...

No son buenos los viernes noche para comentar. Me pongo melancólico, triste si tengo motivos, y reflexivo hasta resular terriblemente empalagoso. Así pues, no voy a comentarte por el simple hecho de no regocijarnos ambos en una humeante y caliente hez de... no sé, elefante, por ejemplo.

Un abrazo, Alba.